Wednesday, June 18, 2025

Rostrillo de los topacios. Anónimo, 1841.

 


Rostrillo. Realizado en plata dorada y decorado con piedras preciosas, este rostrillo tiene unas dimensiones de 18 x 14 cm y una forma ovalada característica. Su diseño incluye círculos y rombos grabados, formando una guirnalda de topacios engarzados que sostiene una cenefa adornada con motivos vegetales. Esta cenefa está también enriquecida con topacios y filigranas. En la parte superior, a la altura de la frente, se encuentra un gran topacio ovalado de valor incalculable como elemento principal. A lo largo de toda la pieza se distribuyen pequeñas flores decoradas con diamantes. En total, cuenta con 41 topacios y 32 diamantes. Estas  piedras pudieron ser desmontadas de otras joyas ya existentes heredadas por esta importante familia. 

Esta joya fue un regalo a la Virgen del Valle por parte de María del Rosario Bermuy y Aguayo, marquesa de Peñaflor. La pieza fue encargada en 1841 a un platero anónimo, y por ella se pagaron 950 reales.





Rosario Bernuy Aguayo nació en 1805 en el seno de una familia noble. Era hija de Juan Bautista Bernuy Valda y de María del Carmen Aguayo Aguayo, quienes ostentaban el título de marqueses de Benamejí.

Contrajo matrimonio con Fernando Pérez de Barradas Arias de Saavedra, miembro de la familia aristocrática que ostentaba el título de marqueses de Peñaflor. Al casarse, Rosario recibió el título de marquesa consorte de Peñaflor. Rosario vivió durante gran parte del siglo XIX teniendo gran devoción a la Virgen del Valle y ejerciendo posiblemente el cargo de camarista, falleciendo en 1888. Su vida estuvo marcada por los lazos familiares entre algunas de las casas nobiliarias más influyentes de Andalucía, contribuyendo a la consolidación de alianzas entre los linajes de Benamejí, Peñaflor y Luque.






Sunday, June 15, 2025

Cartel Oficial de la Santísima Virgen del Valle 2025



La ecijana Virginia Bersabé presenta tras una amplia y reconocido trayectoria, su primer cartel cofrade dedicado a la Santísima Virgen del Valle.

 Una obra con gran simbolismo que refleja el profundo vínculo entre Écija y su patrona, transmitido de generación en generación. La imagen muestra a una de las típicas imágenes de plata de la Virgen, presente en la mayoría de hogares ecijanos, rodeada por manos femeninas que forman una “M” de María, como homenaje a las mujeres de su entorno, especialmente a las que llevan en su familia el nombre de la Virgen.


 Todas las manos desean tocarla, porque saben que Ella es la meta de lo divino. Desde aquellas manos poderosas que velaron por su culto, hasta las manos humildes de mujeres que tejían en silencio para costear misas ante la Santísima Virgen. Las manos anónimas que la cuidaron con mimo, que barrieron su camarín, que colocaron alfileres en su manto, que se alzaron en oración entre lágrimas o que se aferraron a Ella desde una cama de hospital. Manos que, cada 8 de septiembre, se alzan al cielo para gritar un viva o que iluminan su paso en una alfombra de velas blancas, sabiendo que cada llama encendida es una súplica, un gracias o una promesa. Manos vestidas de luto por las que ya partieron entregan, con fe intacta, el testigo a otras manos que visten hoy el hábito de la Virgen, y a las que aún están por llegar. Tantas manos que quieren tocarte, Señora, buscando en el fondo una sola cosa: que seas Tú la que nos toque el alma, como sólo una Madre sabe hacer.